La iglesia parroquial de Sta., María de la Asunción de Laredo, acogió un emotivo acto fúnebre en memoria y recuerdo de los fallecidos desde el inicio de la situación de pandemia y alarma sanitaria generada por el COVID19. El templo, que vio cubierta su capacidad permitida tiempo antes del inicio de la ceremonia, acogió a un gran número de familiares, amigos y compañeros de vecinos fallecidos. Junto a ellos, otros muchos laredanos y representantes institucionales, entre los que se hallaban miembros de la corporación municipal encabezados por la alcaldesa Rosario Losa. La ceremonia fúnebre cooficiada por el párroco Juan Luís Cerro y el delegado de Migraciones de la diócesis de Madrid, Rufino García, contó a su vez con la presencia de la Coral Salvé que armonizó con distintas interpretaciones el emotivo acto funeral.

La emoción y el silencio contenidos mantenido durante todo el acto ceremonial, tan solo quedó roto con la intervención cerrada con un prolongado aplauso de los presentes, en nombre de todas las familias afectadas, de María Herraiz. Sus emotivas palabras cargadas de sentimiento, reconocimiento y agradecimiento se elevaron por encima del dolor padecido por las ausencias, para lanzar un grito de esperanza sin olvidar el pasado reciente. “Aprendamos la lección. No escatimemos voluntades ni esfuerzos por avanzar siendo plenamente conscientes de todo aquello que hemos padecido y que nos marcará para siempre. Nadie queda fuera de una nueva y posible afección. La pandemia, aunque la percepción haya sido otra, no entiende de edades o género porque la interrelación personal, cuando la prevención se olvida, facilita la transmisión. Que las lágrimas vertidas, las ausencias lloradas no caigan en el vacío”.

INTERVENCIÓN DE MARÍA HERRÁIZ

El destino ha querido, que mi presencia hoy en esta ceremonia sirva para rendir tributo de homenaje y reconocimiento a cuantos familiares, amigos y vecinos de toda condición y creencia lamentamos y lloramos su ausencia. Y quiero hacerlo en nombre de todos, desde la cercanía y el dolor, con un especial y emocionado agradecimiento por el respeto, compañía y solidaridad que a lo largo de estos duros y difíciles meses, tuvieron como destinatarios a cada una de las familias afectadas.

Todos, hemos vivido momentos muy duros. Jornadas interminables pendientes de una palabra, de una llamada porque la distancia de nuestros seres queridos era obligada. Sabíamos que estaban en las mejores manos. Conocíamos el esfuerzo de quienes en primera fila hacían lo imposible por mantener fresca y viva la esperanza de quienes con mimo cuidaban. Pacientes que incluso en sus últimos momentos, nunca se sintieron solos. Una voz de ánimo y consuelo, un apretón de manos, una mirada limpia y sonriente que fijaba su atención a través de una máscara de protección, servía de apoyo y acompañamiento permanente en los más duros y difíciles momentos, ante la ausencia de cada uno de nosotros, su familia.

Sanitarios y personal técnico y facultativo, celadores, limpiadoras, vigilantes, miembros de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, transportistas sanitarios y de servicios y un largo número de profesionales de actividades múltiples, han formado parte de esa ciudadanía silenciosa volcada permanentemente en la atención y el apoyo de todos nosotros. Cada uno de ellos ha llegado a formar parte de nuestro más cercano entorno y junto a ellos, hemos vivido y compartido infinidad de sentimientos. Hoy, muchos de aquellos, aun cuando siguen vivos en nuestro pensamiento también se fueron y están ausentes por lo que, desde lo más profundo, gracias por tanto y por todo.

Seguimos viviendo momentos complejos y difíciles porque la pandemia y el virus que lo generó sigue vivo y permanece entre nosotros. Hemos sufrido y padecido situaciones y circunstancias extremas que nos obligan a mirar hacia delante sin perder en ningún momento, la percepción de lo vivido. Aprendamos la lección. No escatimemos voluntades ni esfuerzos por avanzar siendo plenamente conscientes de todo aquello que hemos padecido y que nos marcará para siempre.

Nadie queda fuera de una nueva y posible afección. La pandemia, aunque la percepción haya sido otra, no entiende de edades o género porque la interrelación personal cuando la prevención se olvida facilita la transmisión. Que las lágrimas vertidas, las ausencias lloradas no caigan en el vacío. Se lo debemos a ellos, nos lo debemos a todos, a cuantos fueron mensajeros del último adiós, a cuantos en ese tránsito no pudimos abrazar. Hagamos viable lo que ahora parece imposible. Atrás quedaron los reconocimientos y los aplausos. Es la hora de tomar conciencia de cada una de nuestras realidades individuales y colectivas para evitar repetir, lo que todavía hoy palpamos. Gracias, de corazón.